LA CIUDAD SITIADA - TEATRO EL MAYAL - TEATRO EL ALBÉITAR 29.04.16
Ya puedes ver en ESTE ENLACE el álbum de fotos de la representación de La ciudad sitiada, de Laila Ripoll, por el Teatro El Mayal, que tuvo lugar el 29 de abril´16 en el Teatro El Albéitar de la Universidad de León.
La guerra y la barbarie, solsticios y equinocios que vuelven una y otra vez, destruyendo vidas, desgarrando almas, minando la propia esencia del ser humano. No importa el lugar, ni el tiempo. La memoria es frágil, la humanidad se copia a si misma. El horror se repite, las lágrimas tienen el mismo sabor aquí y allí, pero el reparto del dolor, nunca es igual. La ración para los débiles siempre es mayor.
Y de nuevo el teatro vuelve sobre un tema tan universal, tan antiguo, tan presente. La ciudad sitiada muestra sin edulcorantes la muerte, la vida y la muerte en vida de los seres humanos en tiempos de guerra. Como en un macrabo álbum de heridas, los personajes deambulan ante nuestra mirada invitando a la reflexión.
Ante el espectador sucede un “desfile” tan duro, como hermoso. La belleza de las palabras y la fuerza de las imágenes son tan necesarias para la tragedia, como las trágicas vidas que se exponen o, como el humor negro, que salpica la obra en algún instante.
Laila Ripoll, Premio Nacional de Literatura Dramática 2015, nos da la oportunidad de crecer como seres humanos. La ciudad sitiada (Premio Caja España de Teatro 1996), como buen teatro, nos ofrece la oportunidad de ser mejores personas.
Habitantes de la ciudad: Carlos Moreno, Daniel Cascón, Ino Cisneros, Rocío Aller, Saúl García, Tania Pérez, Alejandra Nieto, Paola Santos, Elisa Herrero.
Sonido: Silvia Abad
Iluminación: Herminio González y Javier R. de la Varga
Espacio escénico: Teatro El Mayal - ULE
Vestuario: Teatro El Mayal - ULE
Dramaturgia y dirección: Javier R. de la Varga
Autor: Laila Ripoll
Diseño: Gráfico Ana San José
Fotografía: David Gómez
Producción: Área de Actividades Culturales Universidad de León
Antes había locos que bailaban y gemidos en las casas solas, pero están demasiado cansados, demasiado inmóviles; Se llevan las manos a las bocas, de ellas se les desprenden pájaros acartonados y temen que también exploten, que sean el enemigo jugando a ser ternura. ¿Recuerdas aquella zanja junto al camino y lo mucho que temían caer por accidente en ella? Todo lo que podían perder ha servido para colmarla. Juegan a saltar de huella en huella, buscan reconocer una extremidad en ellas; a veces la encuentran, abandonada en el camino, llena de mil blancuras que se retuercen sobre sí mismas como un manantial de calostros. Con un poco de suerte, encontrarán también una fruta podrida sobre la que abalanzarse; pero el fruto podría no ser nada, podría ser una piedra reblandecida por la sangre, el cráneo de una criatura, la dignidad de una mujer. Poco ha cambiado: por las calles se escuchan silbidos y algunas canciones, bandadas de hombres que hacen música entre las riscas; los niños miran a la madre y preguntan qué fueron antes de ser niños muertos.
Silvia Abad Montoliú