Qué perezoso día que no quiere marcharse hoy a su hora. El sol, ya tras la línea lúcida del horizonte, tira de él, lo reclama. Pero los pájaros lo enredan con su canto en las ramas más altas, y una brisa contraria sostiene en vilo el polvo dorado de su luz sobre nosotros.
Sale la luna y sigue siendo el día. La luz que era de oro ahora es de plata.
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Qué perezoso día
que no quiere marcharse
hoy a su hora.
El sol,
ya tras la línea lúcida
del horizonte,
tira de él,
lo reclama.
Pero
los pájaros lo enredan
con su canto
en las ramas más altas,
y una brisa contraria
sostiene en vilo el polvo
dorado de su luz
sobre nosotros.
Sale la luna y sigue siendo el día.
La luz que era de oro ahora es de plata.
Ángel González (Otoño y otras luces)
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